Semana Internacional de la Crianza en Brazos #SICB2015

Criar en brazos nos hace sentido, cuándo esperamos a nuestros hijos lo único que deseamos es tenerlos en nuestros brazos, acariciarlos y protegerlos en ellos, este deseo responde a una reflejo instintivo y muy sabio por lo demás, así como las madres necesitamos de ese contacto piel con piel para generar y fortalecer el vínculo del apego, nuestros hijos, que han vivido 9 meses en un ambiente propicio para su bienestar y desarrollo, requieren de los brazos de su madre, para mantener el equilibrio en un mundo  lleno de estímulos, con temperaturas distintas a las que estaba acostumbrado, porque cerca de su madre sigue sintiendo esa sensación de paz que le entregaba el rítmico sonido del latido de su corazón, por que en brazos y a través del contacto de sus pieles se estimulan sus sentidos, se satisfacen sus necesidades, y por qué en brazos de su madre es donde deben estar.

Un niño no nace preparado para responder de manera satisfactoria a los estímulos del ambiente, su grado de autonomía es incompatible con la vida lejos de un adulto que sea responsable de él. El llanto es la manifestación de insatisfacción en los recién nacidos y los lactantes, con que demuestran que hay algo que los aqueja, que los perturba, y necesitan del consuelo efectivo de este para tener nuevamente el equilibrio.

Criar en brazos, criar cerca del corazón, entrega a los recién nacidos y lactantes la capacidad de conocer y adaptarse a un mundo nuevo desde la confianza, la paz y el amor que le genera el estar cerca de su madre, y aunque la mayor parte del tiempo está durmiendo, se acostumbra a las voces de su familia, a los sonidos de las actividades que ésta lleva a cabo, a los ritmos del día y de la noche, a los cambios de textura y temperatura de la piel de la madre, y a la segura y correcta sensación de ser sostenido por un cuerpo vivo.
No existe en los niños una necesidad básica más apremiante que sentir a su madre cerca.
Criar en brazos no es una mala costumbre, no es un problema, no es algo distinto, es para lo que las madres estamos hechas y preparadas, es lo que nuestros hijos esperan y necesitan de nosotras, es un ancestral gesto de amor, una necesidad de evolución, una forma de vivir, viviendo el milagro de la vida.

Fuente: Daniela Ibáñez, Enfermera, Equipo Acurruca.

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